En el camino de lo divino: Maa Gambhiri
En este artículo, Maa Gambhiri relata con franqueza su transformación de una joven aspirante a piloto a una sanyasi devota, la metamorfosis de Sadhguru de un profesor de yoga a un gurú, cómo la consagración del Dhyanalinga impactó en el cuerpo de Sadhguru frente a sus ojos y otras experiencias históricas desde los primeros días hasta ahora.
Maa Gambhiri: «Lo siento, este espacio del estacionamiento está reservado para Jaggi», me dijo amablemente el voluntario. «Qué injusto», refunfuñé mientras conducía de un carril a otro, intentando encontrar otro lugar para estacionarme. Había venido básicamente por mi hermana, que quería asistir a esta clase de yoga con la esperanza de que la ayudaría con su problema de asma. De alguna manera terminé con la responsabilidad de ir a dejarla y recogerla, por lo que también terminé en la clase. Como una joven activa que recién salía de la adolescencia y se preparaba para ser piloto, la clase de yoga no era algo que me entusiasmara.
Así que, ahí estaba yo, sentada de mal humor en la clase, esperando que alguien como un entrenador de gimnasio entrara y nos enseñara algunas posturas de yoga. Para mi total decepción, a los pocos minutos entró a la clase un hombre con barba, con su kurta blanco y su dhoti, caminando muy suavemente. No fue un gran comienzo en absoluto. Aunque la voz de Sadhguru me pareció muy llamativa, no presté mucha atención. De hecho, al día siguiente llegué temprano ¡y le robé su lugar de estacionamiento! Sintiéndome muy satisfecha, me senté en la clase, pero este segundo día se sintió diferente para ambas. En el camino de vuelta, nosotras, que normalmente éramos unas hermanas parlanchinas, apenas si intercambiamos palabra. El tercer día, su lugar en el estacionamiento estaba disponible, pero decidí no ocuparlo. Ese día, me senté con atención y escuché cada palabra con absoluta concentración. Para mi sorpresa, se acercó a mí después de la clase y me habló casualmente de mi experiencia en vuelo.
Esa noche no dormí.
No tenía idea de qué era un camino espiritual, qué era la iluminación o qué era un gurú. Y no sabía quién era Sadhguru, pero sentí que lo conocía desde siempre. Aquel día tuve una claridad absoluta de que este camino, fuera cual fuera, sería mi vida, pero no tenía idea de cómo. A partir de ese momento, empecé a hacer voluntariado de forma activa. Como era tan joven, a mis padres les preocupaba si realmente entendía lo que significaba recorrer este camino. Así que se reunieron con Sadhguru para entender lo que pasaba. Después de la reunión, Sadhguru me aconsejó que me tomara un descanso de 3 meses y viera si esto era lo que realmente quería. Mis padres me enviaron a Reino Unido, pero, por supuesto, mi claridad era en serio y volví justo a tiempo para el programa de 90 días de Plenitud (90-day Wholeness Program).
Estoy agradecida con mis padres, que respetaron mi decisión y bendijeron mi camino.
De profesor de yoga a gurú
Lo que vi de Sadhguru durante el programa de 90 días de Plenitud, hizo madurar mi relación con él de muchas maneras. Cada día llegaba con un aspecto muy diferente y exudaba una energía totalmente distinta. Durante los primeros 30 días, cada día guiaba una meditación nueva pero explosiva. Muchos de nosotros tuvimos visiones de la vida más allá de nuestra percepción sensorial normal. Al final de los 90 días, sentí que, al igual que pasamos de ser amigos a discípulos y a devotos, la figura de Sadhguru pasó de ser un profesor de yoga a un místico y a un gurú. Aunque la mayoría de nosotros nunca articulamos esto dentro de nosotros, sucedió inadvertidamente. Simplemente me quedé como residente de tiempo completo luego del programa de Plenitud; ya no era una cuestión de elección. Pronto tuve que experimentar lo que significa recorrer el camino desprejuiciadamente.
Encontrar mi equilibrio
Después del programa de Plenitud, mis energías se abrieron de tal manera que cada día me enfrentaba a picos de alegría y picos de infierno dentro de mí. Para una chica de 20 años, a veces era demasiado para soportar. Llegó un día en el que sentí que había tocado fondo en mi interior y llamé a Sadhguru para pedir ayuda. «Te he dado todas las herramientas que pueden sacarte de esto», fue todo lo que dijo y colgó el teléfono. Pensé en eso e hice mi propio itinerario de sadhana. Durante los siguientes 48 días, después de hacer mis prácticas matutinas y de comer, desde las 10:30 de la mañana hasta las 5:30 de la tarde, me sentaba en una piedra bajo un árbol de neem que conocíamos como Shivalaya y hacía 3 horas del canto AUM y 3 horas de Sukha Kriya seguidas de la meditación Samyama. Solo ponía mi pie en la tierra al atardecer para ir al Tiempo de Presencia y a las prácticas de la tarde. Esta sadhana seguida de Samyama me trajo un equilibrio interior que hasta el día de hoy me ayuda a sobrellevar situaciones de muchas maneras. Este fue un punto de inflexión en la vida que me hizo afianzarme en el camino. Me inicié en brahmacharya en 1996.
El arroz caliente de lentejas de Vijji
Al principio solo éramos cinco personas en el ashram. Nuestra querida Patti nos cocinaba en la estufa de leña. Un pequeño cobertizo de seguridad funcionaba como cocina y comedor. Yo solía ayudar a Patti en su trabajo. Sadhguru se unía a nosotras para cortar verduras cuando estaba en el ashram. Una vez, Vijji cocinó el arroz caliente de lentejas para nosotros. Ella le preguntó a Sadhguru qué tal estaba, esperando algún tipo de apreciación, y él respondió diciendo: «Hmm… Muy buen arroz con verduras». Ella se veía tan abatida. Sus bromas eran algo que disfrutábamos enormemente.
Desde el principio, Vijji y yo conectamos muy bien una con otra. Siempre que ella estaba en el ashram, solíamos hacer nuestras prácticas juntas. De hecho, el día que dejó su cuerpo, estuve con ella todo el día.
El 23 de enero de 1997, un día de luna llena, Sadhguru me llamó y me pidió que estuviera con Vijji. Ella estaba en una sadhana determinada, así que me sentaba con ella, ya fuera meditando o ayudándola a cocinar para los brahmacharis. Ella solía servirnos una comida en los días de luna llena. Sin embargo, después de nuestra primera sesión de meditación, se dirigió directamente al escritorio de Sadhguru, tomó una agenda, me la entregó y dijo: «A partir de ahora, escribe aquí todas las citas de Jaggi y envíasela». Protesté levemente. Me sentía muy cómoda haciéndole saber a Vijji de las citas de Sadhguru y, a su vez, ella le informaba a él. Había funcionado muy bien hasta ahora, así que no podía entender por qué ella quería cambiar eso. Pero ella insistió. Acepté, pensando que no lo iba a hacer de todos modos. Nunca supe de sus grandes planes de abandonar su cuerpo esa misma tarde.
Tengo el diario conmigo hasta la fecha. No solo como un recuerdo de ella, sino como un gran recordatorio de la posibilidad que existe aquí. En mis momentos de desesperación y frustración, me ha hecho seguir adelante.
El precio de la consagración
Mientras tanto, Sadhguru había empezado a trabajar en los procesos energéticos relacionados con la consagración del Dhyanalinga, y no teníamos ni idea de lo que significaba. Sadhguru nos había estado preparando para la posibilidad de que tal vez dejara su cuerpo después de la consagración; de hecho, ya había construido su samadhi de antemano. Estábamos en un estado de confusión en nuestro interior; aunque queríamos que el Dhyanalinga se consagrara, la vida de Sadhguru era demasiado valiosa para nosotros. Así que, sin saber cómo ayudar a la situación, los brahmacharis decidimos hacer todo lo posible para facilitar su vida. Todos éramos muy jóvenes, así que, primero, decidimos que no nos pelearíamos entre nosotros y que arreglaríamos nuestras diferencias en lugar de molestarlo a él. En segundo lugar, empezamos a hacer la meditación Chit Shakti para desearle una larga vida. Hicimos la meditación todos los días por varias semanas.
A medida que nos acercábamos a la finalización, Sadhguru no quería darnos una fecha para la consagración final, pues quería que su sistema estuviera completamente listo. Primero, dijo que ocurriría pronto; luego, empezó a decir: «De acuerdo, tal vez mañana, tal vez pasado». Vivíamos al borde de nuestras vidas esperando ese día. El 23 de junio de 1999, Sadhguru dijo que la consagración ocurriría el día siguiente. Me dijo que invitara solo a unos pocos voluntarios muy disciplinados que no lo perturbarían en la fase final de este proceso. Así que, teníamos entre 150 a 200 personas sentadas en la cúpula.
Durante este proceso, los meditadores invitados se sentaron de espaldas al linga y los brahmacharis se sentaron de frente al linga. Sadhguru estaba sobre el avudaiyar. Hacia el final de un cierto proceso, dijo: «Agna». Seguimos las instrucciones que nos había dado antes y continuamos con el proceso. Entonces dijo: «Vishuddhi», y luego, «Anahata». Cuando dijo: «Manipuraka», se inclinó hacia delante como si le doliera. Entonces dijo: «Swadhishthana», y parecía muy inestable sobre sus pies. Al ver esto, me senté casi de puntillas. Finalmente, lo escuchamos decir: «Muladhara», y a continuación lo vimos caer. Instintivamente corrí y puse mi mano bajo su cabeza antes de que golpeara la piedra del avudaiyar. Para entonces, los otros brahmacharis también llegaron y se reunieron alrededor.
Lo llevamos a un vehículo y a su casa, y no lo vimos por 3 días después de eso, salvo una breve aparición para la reunión de voluntarios. Incluso entonces lo tuvieron que apoyar los brahmacharis. Yo estaba inquieta, esperando una palabra tranquilizadora sobre su salud. Tres días más tarde, recibí un mensaje para ir a ver a Sadhguru y allí estaba sentado en su sillón, sonriendo y con un aspecto glorioso. Me aferré a él y lloré. Él también lloraba. Todo se sintió perfecto en ese momento. Él estaba allí, vivo… con nosotros.
Isha empieza a crecer
Con la consagración terminada, las actividades se multiplicaron y todos hacíamos varias cosas a la vez. Desde las tareas de la casa hasta la cocina, pasando por la administración del ashram, mis propias actividades seguían creciendo. Una cosa que tiene Sadhguru es que hace que todo sea muy festivo, así que, aunque trabajábamos día y noche, había mucha exuberancia alrededor.
También nos divertíamos bastante instalando la infraestructura y los sistemas. Recuerdo cuando Swami Nisarga y yo planeamos la nueva cocina en Spanda Hall. Más tarde, hablé con una familia de Chettinad para que me orientara sobre los recipientes para esta cocina. Esta comunidad es conocida por entregar todo un almacén de recipientes como dote (¡además de oro y diamantes!) y se ofrecieron a vendernos su dote a un precio simbólico. Disfrutamos el escoger cucharas, cuencos, platos, cucharas para servir, vasos, recipientes grandes para cocinar y otros utensilios de cocina de esta dote. ¡La dote de una mujer nos sirvió para toda nuestra cocina!
También establecimos un ritual mensual. Todos nos reuníamos en la cocina una vez al mes, unos para cocinar, otros para ayudar y otros para molestar alegremente. Ese día solíamos comer juntos en el jardín, y Sadhguru también se unía cuando estaba en el ashram. Una vez dijo que continuáramos con esta tradición y que la hiciéramos los púrnimas, apagáramos todas las luces y comiéramos fuera, a la luz de la luna. Así es como surgió nuestra tan querida Cena a la Luz de la Luna.
Una revelación inesperada
Más adelante, cuando lsha Yatra se convirtió en mi principal responsabilidad, Sadhguru me pidió que explorara si podíamos llevar a los meditadores a Kailash-Manasarovar en el Tíbet. Así que, en 2006, llevamos a los primeros 160 meditadores a este yatra sagrado. Yo estaba ocupada con el trabajo de organización y nunca pensé en Kailash y Manasarovar en un contexto espiritual. Era una actividad que había que hacer bien.
Cuando el jeep de Sadhguru se detuvo en un punto y lo vi salir, yo también me bajé de mi vehículo, que seguía al suyo. Había un gran lago a la distancia, justo delante. Algo se movió dentro de mí cuando lo miré. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Hasta entonces no había pensado ni una sola vez que estaba peregrinando a un espacio tan poderoso, todo era una cuestión de organización. Me giré hacia Sadhguru y él también lloraba. Desde entonces, organizar el yatra de Kailash-Manasarovar cada año se ha convertido en una parte integral de mi vida. Aunque supone un malabarismo insuperable enviar de forma segura a cientos de meditadores de diferentes países a una región árida y de gran altitud en China, francamente, me siento afortunada y bendecida por haber recibido esta responsabilidad.
La dicha del dolor
Algo muy diferente me ocurrió durante el yatra de 2009.
Mientras subía Kailash, tuve un accidente en el que sufrí múltiples fracturas en mi muñeca. Por suerte, uno de nuestros médicos llegó en diez minutos y me la arregló temporalmente. Sin embargo, el dolor seguía siendo insoportable. Me pusieron varias inyecciones y analgésicos, pero nada funcionaba. El dolor no me dejaba dormir. Me senté apoyada en almohadas, con vista a Kailash desde la ventana y mi compañera de habitación dormida a mi lado. En algún punto, me puse a cantar «Shambho» en mi interior y muy pronto cantaba «Sadhguru» de la misma manera. No tenía intención de cantar, pero sucedía continuamente. ¡Ni siquiera sabía que podíamos cantar «Sadhguru»! Poco a poco me di cuenta de que había una distancia entre el dolor y yo. El dolor insoportable definitivamente seguía ahí y, sin embargo, no me dolía.
Cuando regresé de Kailash ese año, supe que algo fundamental había cambiado en mí. «¿Pero qué es?», me preguntaba. Solo después de algunos días me di cuenta de que, desde que tengo uso de razón, desde la infancia, por muy alegre que fuera, siempre tenía un dolor inexplicable dentro de mí; ¡ese dolor había desaparecido!
En otra ocasión, cuando me sentía decaída, salí a dar mi habitual paseo vespertino hacia Shivapadam. Mientras caminaba, sintiendo la suave brisa sobre mí, sentí una calma que me invadía. Reduje la velocidad y miré la montaña. Sentí que me invadía una sensación de incluírlo todo. El cielo, las montañas, la brisa, los árboles y toda la vida alrededor se sentían como uno solo dentro de mí. La sensación duró un rato. Por muchos días después de eso, caminé descalza porque me sentía muy conectada con el contacto de la tierra, y tuve una sensación de profundo silencio interior.
Mis momentos más maravillosos y transformadores ocurrieron cuando menos lo esperaba.
La envidia de los dioses
En los primeros años, desde los humildes comienzos en un pequeño pedazo de tierra, soñábamos con el momento en que el mundo reconociera a Sadhguru por quien es. Es extremadamente reconfortante ver que finalmente sucede. Desde acompañar a Sadhguru en su búsqueda de esta tierra para el ashram hasta hoy, es un privilegio para mí estar en este viaje de principio a fin. Sadhguru dijo una vez que debíamos crear un espacio que incluso los dioses envidiarían. Pues bien, yo vivo con Aquel que los crea.
Nota del editor
Cada semana, compartiremos contigo los recorridos de varios de los brahmacharis de Isha en la serie «En el camino de lo divino».